La admiración que enciende la lectura del Corán proviene de la magia de su estilo, del cuidado con que Mahoma embellecÃa su prosa, ornándola con galas de la poesÃa, dándole un desarrollo cadencioso y haciendo rimar los versÃculos. Algunas veces, apartándose del lenguaje cotidiano, representaba en versos majestuosos al Eterno sentado sobre el trono de los mundos, dictándoles leyes. Sus versos son armoniosos y ligeros cuando describen los placeres de la deliciosa estancia en el Edén, y son pintorescos y enérgicos cuando ofrecen la pintura de las llamas Devoradoras.
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